Vivir de repente


José Luis Castillo 
“La gloria está en los libros que leímos. Las películas que aplaudimos y en las muchas veces que bailamos. Y no bailamos solos. Nunca bailamos solos”.
Paco Ignacio Taibo II
Solamente a tiempo pasado uno puede ubicar los momentos más importantes en la vida de un país o de una persona. El momento o lugar adecuado, el destino o magia de la paloma blanca que legitima. Parece todo depender de la casualidad. O el fabuloso resultado de la suma de las condiciones para que suceda. Cada encuentro puede atestiguarlo. Así ha sido para mí. Hace un par de años fui profesor en una universidad privada. Vivía el duelo por la muerte de mi madre y el levantarme cada día a ver el rostro de los chavos me salvó. Eran ojos claros de acidez, picardía, hueva, nobleza, sueños. Lo compartido en aula tensó la cuerda del ser y estar para nombrar las cosas finas, trasparentes que nos dan vuelco en momentos de cambio en nuestra vida. Estaré en deuda amorosa con todos ellos que sin querer me recordaron esos “Dos días en la vida” y de lo que se trata vivir.
Como alumno fui rebelde. Cumplir por cumplir con horarios, actividades que no requerían razonamiento sino simulación del estar y hacer no lo tragaba. Para aprender de memoria lo que querían oir los maestros ya había un buen de compañeros que lo habían aprendido en el sistema educativo del país. Haber brincado las filas del ser institucional me dejó fuera de la titulación temprana. Una carrera universitaria y definiciones prontas en lo profesional y económico. Tomé decisiones repentinas. Decidí el camino sinuoso. No creo que haya sido un error completo ni un camino a seguir por mis sobrinos e hijos.
Ahora que vuelvo a mi Universidad veo algo que de lejos ya rebotaba. La inexistencia, casi, de la crítica en sus aulas y pasillos. Se ha convertido en un establecimiento conservador de privilegios y miedos a lo distinto. Traiciona el origen de ser como dijera Paco Ignacio Taibo II en la UAM: “Por razón de vida, por razón de sentido común, un centro que produce pensamiento crítico, que produce rebeldía”.
Pero no todo está perdido. Sigo sonriendo desde el día que por suerte escuché segundo a segundo la asistencia de Peña Nieto a la Ibero por su estación de radio. Tener de primera mano, antes de que tocarán el evento los medios, el testimonio ridículo del presidente del PRI y su equipo de campaña, queriendo regañar a unos jóvenes por decir lo que pensaban, cuando seguramente estos chavos y chavas tienen abuelas profesionistas y que no dependen del buen centavo ganado al aire para asegurar chuleta. Fue una revelación absoluta. Me cae que me sentí como un Juan Diego ante tal belleza de honestidad radial. ¿No creé usted que esa manifestación es una muestra del cansancio a los partidos políticos, al sistema? Le dice al presidente el conductor del programa. No, es una provocación.
Cuanta distancia entre nuestra radio universitaria y la de ellos. Se entiende. Yo lo palpé en mi etapa de profesor en universidad privada. La acumulación no es sólo en capital económico, sino emocional, cultural, político. Me dicen que no podemos dejar la radio nicolaita en manos de los estudiantes. Primero porque nadie le tomaría caso, un rato y ya. Y sólo quedarían los mismos líderes de la CUL que no saldrían del mismo discurso que les ha dado buenos dividendos. Y es cierto. Pero ¿cuál es el costo social de no tener una vida cultural crítica en las universidades?
Como ejemplo la apuesta de la actual administración universitaria en esta materia: El Consejo Nicolaita de Arte y Cultura que preside el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, a lejos visto como un favor a Jara y sin ningún sentido. ¿Qué está generando? Nada fuera de la pose o el cóctel. Quitándo los enmascarados o la eventitis cutánea, no propone una crítica de los mismos universitarios y la sociedad. Pero no es nuevo. Siempre ha sido así. Cuando trabajé en la Secretaria de Difusión Cultural fue fácil advertir que ahí como en el macro la cultura era espacio para dar trabajo a los parientes o favoritos de exrectores. El negocio fácil y jugoso de los arreglos florales, edecanes, viandas y demás oropeles de lentejas con los que hacemos marco dorado a lo que entendemos por “Cultura”. La editorial universitaria, sus ediciones incompletas, el dispendio de publicaciones para quedar bien o calmar jóvenes rebeldes, ha sido una constante que no queremos tocar por alcanzar un arañazo, tal vez, un día.
Se acabó cediendo ante la risa empresarial de Cárdenas Batel y los Ramírez para llevar el epicentro cinematográfico al nuevo festival del hermano. Competían en eventos, carteleras, conciertos y hasta algunas becas.
La función de la divulgación de la cultura por parte de la Universidad no existe. Es una simulación institucionalizada. Orquestada en el individualismo que ya sabemos tiene como código postal las certificaciones de ciudadanos, estudiantes, individuos de primera y de segunda.
Afortunadamente la respuesta no está ahí. Es la masividad nuevamente el manto secularizador en México. No ya contra el templo. Ni siquiera contra Estado, el Narco o la Democracia. Sino contra su ausencia. Todos salen y gritan igual que en el 66 y el 68. Las mismas chispas repentinas crecen bajo la ancha capa de los nuevos conservadores que somos todos. No tienen fines ni ganas de capitalizar el boom de la olla express.
Después de 44 años se vuelven a ver de frente. Se han rozado. En el “Vive Latino”, en el Azteca, en el Zócalo, en la ruta de la sonora prometida que dan los conciertos a la agenda de la vida colectiva, como dijera el Monsi. Los chavos de la UNAM les comentaron a los de la Ibero, los asesoramos, se los van a chamaquear. Y ellos respondieron, va. No estamos cerrados. Estoy seguro que de ahí salieron cosas: reuniones, cafés, chelas, ligues, brincos y broncas. Compartir dos tres rolas, un dancen, un texto, una pinche pulserita.
Imagine usted eso en Michoacán. Sin proyecto ni convocatoria estatal, repentinamente, estudiantes de la UDEM o de la Vasco sostuvieran diálogo con los de Tiripetio o Cherán. Maestros de la Latina y la Michoacana (ups, pero si son los mismos) compartieran experiencias docentes. Mamás y papás de familia de la Universidad Intercultural indígena haciendo churipo con los de la Universidad Internacional Jefferson platicando sobre la crianza y el alcoholismo en sus familias. La mera revolución. Matar miedos, castas, clases, poses. ¿A quién no le conviene? Acercarse al otro es el principio del encuentro, de la cultura, de las decisiones correctas, nutridas, es además la mejor estrategia a favor de la vida plena y en seguridad. ¿Cómo se puede detener una devastación como la nuestra si ni siquiera nos comunicamos?
 El miércoles pasado salí al Puerto de Lázaro Cárdenas, fui testigo indirecto de un encuentro de estudiantes y maestros de varios  planteles del IMCED en el estado. Poca afluencia, desorganización, un poco de simulación y algo de bebedera. Normal. Más, menos es la definición inequívoca de la planeación educativa, económica, política que podemos ver en congresos, talleres, encuentros del Congreso, del gobierno, del poder judicial. Eso violenta leyes y estado de derecho. ¿Sólo porque no obstaculiza el tránsito de calles no hace afrenta?, ¿Por qué no es incendio público como representación de lo que cada quien chinga?
 Los estudiantes de la Ibero salieron con credenciales en mano para decir en línea: Aquí estamos, no somos fantasmas. Y el sistema se sorprendió. Seguimos espantados. Desmeritándolos. Llamándolos niños ricos, revoltosos, acarreados, pasajeros del momento.
 Ya quisiera verlo en Morelia, en La Salle, UVAQ, UDEM, UM. Verlos así. Vivir, de repente.